Cuando el ingeniero Miguel Vargas Maldonado retó al presidente Leonel Fernández a un debate, la noticia acaparó la atención del país político, no valieron las manipulaciones en los medios para minimizarla. ¿Cómo podía un hombre tan brillante evadir la confrontación de un rival a quien muchos calificaban de mudo? Las explicaciones deben buscarse en la realidad de las personalidades y no en las percepciones fabricadas por la propaganda.
Si se observa bien, salta a la vista que el presidente Leonel Fernández es una persona acostumbrada a hablar en escenarios montados para que lo escuche un auditorio "cautivo", así como escucharse él también, pero esto no permite un diagnóstico de su personalidad política y se hace imperativo el debate para estudiar la reacción del mandatario midiéndose ante interlocutores.
Como se sabe, el presidente Fernández llegó al poder mediante un golpe de suerte, no producto de habilidad política... una ideal y rara coyuntura mediante la cual dos gigantes políticos lo llevaron de la mano a la silla presidencial.
Fue estando en el poder, en un país presidencialista, rodeado de aduladores y expertos en imagen cuando comenzó a modelarse el perfil del mandatario como un político excepcional de corte mesiánico.
Sin embargo, aun admitiendo la excelente formación académica del presidente y su innegable capacidad intelectual, hay que admitir que lo que se ha sembrado de él en la conciencia pública, a pesar de todo lo que tenga de cierto, tiene mucho de percepción inducida. En otras palabras, que el perfil que se ha vendido del mandatario no es otra cosa que una atractiva etiqueta para un producto fabricado por el marketing.
El primer problema que los estrategas de imagen tuvieron que resolver fue la oratoria del presidente, pues no podían compararlo con Balaguer, Bosch o Peña Gómez: Leonel, desde el punto de vista fonético tiene un arrastre vento-dental inferior que le da un acento afectado al discurso, su ritmo de lectura es lineal sin pausas de expectativa, carece de imágenes literarias creativas y el ademán reiterado con el brazo derecho hace monótona su gesticulación histriónica.
Fue precisamente por estas limitaciones que se decidió entonces recurrir al argumento de "brillante comunicador", por la facilidad de palabras de que goza el mandatario, pero esta es una habilidad muy común, típica de los voceros del Departamento de Estado cuando dan declaraciones a la prensa. No es difícil en nuestro medio encontrar a montones de personas que "hablan bonito".
Solo falta verlo como polemista, pero parece estar temeroso de una confrontación, no porque en un debate pueda quedar malparado ante señalamientos críticos de su gestión de gobierno, sino porque en el debate se reduzca a nivel humano la imagen artificial de coloso que le han fabricado.
Sus áulicos descalifican a Miguel Vargas porque no tiene la estatura de coloso de Leonel Fernández, pero saben que David tenía menos estura que Goliat y que el Gigante bíblico con los pies de barro, se derrumbó al cruzar el río.
Fuente: revista110.com y aporte de Arq. Eduardo Peña
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